domingo, 29 de mayo de 2016

Alfonsina Storni, la poetisa feminista

“Alfonsina no ha sido otra que la jugarreta deliciosa del sueño de una noche de verano. Cuando más soltará sólo una pequeña prenda de la masa de sus secretos. Se burlará de nosotros y hará bien, porque nació para ello. La inteligencia afilada como el alfiler que la japonesa lleva en el moño, sacudió a Alfonsina, hermana siamés mía, por virtud de la cordillera” (Gabriela Mistral).

El 29 de mayo de 1892 en la aldea Sala Capriasca, 8 km al norte de la ciudad de Lugano, Suiza, nace una niña, que crecerá en argentina y desde adolescente comenzará a escribir y escandalizar, primero a su madre y después a la sociedad patriarcal con una poesía feminista, mordaz y continuadora del estilo de nuestra musa de América, Sor Juana Inés de la Cruz. Sus padres le pusieron por nombre Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo.

En este aniversario de su natalicio vamos a recordar la vida de esta poetisa feminista. Comenzaremos con una entrevista ficción pactada en mi imaginación y cuyas respuestas fueron tomadas de su ponencia “Entre un par de maletas a medio abrir y las mancillas del reloj”que escribió sobre una valija que puso en las rodillas durante su viaje a Uruguay donde sostendría un encuentro sin precedentes en la Universidad de Montevideo, que reunió a las tres grandes poetisas americanas del momento, Alfonsina, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. (1)

—Todo mundo te considera argentina, pero resulta que eres suiza.

 —Sólo de nacimiento porque a los cuatro años mis padres me trajeron a la ciudad de San Juan en Argentina. Viví y morí en este país. Además mi primera infancia la pasé en un ambiente latino. Lugano es la pequeña Italia de Suiza. Suiza recibe las influencias de Francia, Alemania e Italia, países con los que tiene frontera. De ese modo, puede hablarse no de una Suiza sino de al menos tres suizas. Lugano representa la huella de lo italiano. La capital financiera del cantón de Tesino, desprende por todos sus poros un aroma italiano.

 —Entonces tú te sientes argentina.

—No me siento, soy argentina. En este país crecí, sufrí, gocé y escribí mi poesía.

—¿Te acuerdas cómo eras cuando llegaste a la ciudad de San Juan? —Sí. Me recuerdo “colorada, redonda, chatilla y fea”.

—Si tú lo dices. —Me le quedo viendo, Alfonsina no es fea. Me atrevo a preguntarle— ¿Acaso fuiste como el vino?

—¿Cómo el vino? —Sí, el vino entre más añejamiento tiene, es mejor—. Ella se sonroja y sonríe con una expresión pícara y coqueta.

—Platícanos de tu infancia.

— Estoy en San Juan; tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causa en el transeúnte.

Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de una puerta.

A los seis, robo con premeditación y alevosía, el texto de lectura en que aprendí a leer. Mi madre está muy enferma en cama; mi padre perdido en sus vapores. Pido un Peso Nacional para comprar el libro. Nadie me hace caso. Reprimendas de la maestra. Mis compañeras van a la carrera en su aprendizaje.

Me decido. A una cuadra de la escuela Normal a la que concurro, hay una librería: entro y pido "El Nene". El dependiente me lo entrega; entonces solicito otro libro cuyo nombre invento. Sorpresa. Le indico al vendedor que lo he visto en la trastienda. Entra a buscarlo y le grito: "Allí le dejo el peso" y salgo volando hacia la escuela.

A la media hora las sombras negras, en el corredor, de la directora y de aquél, encogen mi corazoncillo. Niego; lloro; digo que dejé el peso en el mostrador; recalco que había otros niños en el negocio. En mi casa nadie atiende reclamos y me quedo con la pirateada.

Crezco como un animalito, sin vigilancia, bañándome en los canales sanjuaninos, trepándome a los membrillares, durmiendo con la cabeza entre pámpanos.

A los siete años me aparezco en mi casa a las diez de la noche acompañada por la niñera de una casa amiga a donde voy después de mis clases y me instalo a cenar.

A los ocho, nueve y diez, miento desaforadamente: crímenes, incendios, robos, que no aparecen jamás en las noticias policiales. Soy una bomba cargada de noticias empeluznantes; vivo corrida por mis propios embustes; alquitranada en ellos; meto a mi familia en líos; invito a mis maestros a pasar las vacaciones en una quinta que no existe; trabo y destrabo; el aire se hace irrespirable; la propia exuberancia de mis mentiras me salva. En la raya de los catorce años, abandono. (1)

—¿A qué edad comenzaste a escribir?

 —A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche; mis familiares ausentes. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso; a la semana siguiente tras una contestación mía levantisca unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce. 

Desde entonces los bolsillos de mi delantal, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados que se me van muriendo como migas de pan.

Desde esa edad hasta los quince, trabajo para vivir y ayudar a vivir. De los quince a los dieciocho, estudio de maestra y me recibo Dios sabe cómo. La cultura literaria que en la Normal absorbo para en Andrade, Echeverría, Campoamor...

—Si bien comenzaste a escribir desde muy chica, será ya de grande que escribes tu primer libro de poemas ¿Cierto?

 —Así es, a los diecinueve años estoy encerrada en una oficina; me acuna una canción de teclas; las mamparas de madera se levantan como diques más allá de mi cabeza; barras de hielo refrigeran el aire a mis espaldas; el sol pasa por el techo pero no puedo verlo; bocanadas de asfalto caliente entran por los vanos y la campanilla del tranvía llama distante. Clavada en mi sillón, al lado de un horrible aparato para imprimir discos dictando órdenes y correspondencia a la mecanógrafa, escribo mi primer libro de versos, un pésimo libro de versos. ¡Dios te libre, amigo mío, de "La Inquietud del Rosal"!...

Pero lo escribí para no morir.

Era verdad lo que expresé más tarde, en mi tercer libro de versos, "Irremediablemente", también malo, diciendo: Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido no fuera más que aquello que no pudo ser. No fuera más que algo vedado y reprimido de familia en familia, de mujer en mujer. Dicen que en los solares de mi gente, medido estaba todo aquello que se debía hacer: dicen que silenciosas las mujeres han sido de mi casa materna... ¡Ah!, bien pudiera ser...

A veces en mi madre, apuntaron antojos de liberarse, pero se le subió a los ojos una honda amargura, y en silencio lloró. Y todo esto mordiente, vencido, mutilado, todo esto que se hallaba en su alma encerrado, pienso que sin quererlo, lo he libertado yo. ¿Fue verdad también lo que, en tiempos de mi libro "Ocre", confesé, desconociendo la mayor parte de mi obra anterior?

Me faltaba un amor y ya lo tuve; una infamia también y di con ella; un engaño y lo hallé; la savia sube a cupular mi vida en una bella rama cargada que pesarme siento y empiezo a madurar: estate atento.

 —¿Cómo describes tu poesía?

 —Mi poesía era pues, rebeldía, desacomodo, antigua voz trabada, sed de justicia, amor del amor enamorado, o una cajita de música que llevaba en la mano, y sonaba sola, cuando quería sin clave para herirla.

¿No es, por otra parte, el poeta, un fenómeno que en sí mismo ofrece pocas variantes, una antena sutilísima que recibe voces que le llegan no se sabe de dónde y que traduce no sabe cómo?

Desde luego que interesa al vivo conocer cómo lo hirió la honda; sus rechazos; afinidades; los vientos perturbadores: tormentas; interferencias; los buenos y malos obreros afinadores, retardadores, o amplificadores que modificaron la trasmisión.

Sabido es que el carácter individual y las circunstancias en que éste se despliega son los reguladores de la obra de un escritor; pero al entrar en tales meandros, respecto de la modestia mía, me es hoy materialmente imposible por falta, repito, de tiempo, para escarbar y cepillar mis recuerdos e ideas. 

Era una flor de barranco, no de floristería

Su apariencia física fue uno de los aspectos susceptibles de su personalidad: de pelo canoso desde muy joven… y de baja estatura, no parecía ajustarse al ideal de mujer hermosa dela época. Muchos de sus contemporáneos se empeñaron en describirla como una mujer desaliñada y fea. Sin embargo, en las fotografías aparece siempre coquetamente vestida, con cabello corto y sombreros.

Para nada se percibe a una mujer desaliñada. Lo que pasa es que a Alfonsina, siempre trabajando y asistiendo a reuniones literarias, haciéndose cargo de su hijo, le quedaba poco tiempo para pensar en la última moda. Era una flor de barranco, no de floristería… (2)

Más bien, la descripción de fea se popularizó por su poesía feminista, pues en el imaginario machista, una feminista es una mujer no agraciada que ataca al hombre por despecho de no ser amada. Y vaya que si cuestionaba al machismo.

Al igual que Sor Juana en sus célebres redondillas, Alfonsina lo fustigaba en su poema “Tú me quieres blanca”. Leamos unos fragmentos de ambos poemas.

Hombres necios que acusáis 
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual 
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Dan vuestras amantes penas 
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Pues, para qué os espantáis 
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

(Sor Juana Inés De la Cruz. Redondillas. Fragmentos)

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.

De perfume tenue.
Carola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,

y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

(Alfonsina Storni. Tú me quieres blanca. Fragmentos)

Pero Alfonsina no se conforma con cuestionar al machismo, ridiculiza a quienes lo profesan y los califica como hombres pequeñitos

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes, 
ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.

( Alfonsina Storni. Hombre pequeñito)

La poesía feminista de Alfonsina es beligerante, es liberadora. Pregona terminar la esclavitud femenina y sugiere la separación de la pareja cuando se acaba el entendimiento recíproco y el amor se acaba.

Y si la mordaz poesía de Alfonsina minimizaba al macho calificándolo de diminuto, era de esperarse que los buenos discípulos del patriarcado argentino volcaran su inadversidad hacia Alfonsina, difundiendo que era una mujer masculinizada y fea, a tal grado de que prejuiciaron a Gabriela Mistral.

La escritora chilena, en el primer encuentro con Alfonsina, llamó a Storni por teléfono antes de ir a su casa y le impresionó gratamente su voz, pero le habían dicho que era fea y entonces esperaba una cara que no congeniara con la voz.

Guillermo Storni, nieto de Alfonsina recuerda la visita:

Hasta la casa de Alfonsina en Núñez llega una tarde la poetisa chilena Gabriela Mistral. Le abre la puerta el pequeño Alejandro. —Tendría unos 12 años mi padre — recuerda Guillermo. La visitante le pregunta.

—¿Está Alfonsina?, soy Gabriela Mistral. — Alejandro la mira inspeccionándola, nunca la había visto, le llama la atención el porte de la poetisa y corre a decirle a su madre que la buscan.

—Mamá hay una señora que te busca, se llama Gabriela Mistral. —Alfonsina se apresura con pasos cortos pero rápidos rumbo a la entrada de su hogar para recibir a la distinguida visitante.

— Perdona Gabriela, mi hijo no conoce a la mejor poeta de América. —Mistral se le queda mirando desorientada. Quien la recibe no es la mujer fea que le describieron, ¿Acaso no será Storni? Pregunta para salir de dudas.

—¿Alfonsina?

—Sí. Alfonsina. —Las dos grandes poetisas de América frente a frente. Se observan detenidamente. Alfonsina rompe la contemplación recíproca y la invita a pasar con una buena sonrisa cordial, diría más tarde Gabriela Mistral, quien de reojo comprueba la falsedad de la fealdad que le achacan a su homóloga poetisa, porque “la imagen contradice a la advertencia”. (3)

“Extraordinaria la cabeza, recuerda Mistral, pero no por rasgos ingratos, sino por un cabello enteramente plateado, que hace el marco de un rostro de veinticinco años”. “Cabello más hermoso no he visto, es extraño como lo fuera la luz de la luna a mediodía. Era dorado, y alguna dulzura rubia quedaba todavía en los gajos blancos. El ojo azul, la empinada nariz francesa, muy graciosa, y la piel rosada, le dan alguna cosa infantil que desmiente la conversación sagaz y de mujer madura”.

Gabriela Mistral “queda impresionada por su sencillez, por su sobriedad, por su escasa manifestación de emotividad, por su profundidad sin trascendentalismos. Y sobre todo por su información, propia de una mujer de gran ciudad, «que ha pasado tocándolo todo e incorporándoselo”. (4)

La poetisa chilena recuerda la reunión con Alfonsina:

No hay nada que decir de la poetisa, acaso sea el poeta argentino que se puede poner después de Lugones […] Ella está al lado de Juana, la admirable, con el derecho de su poesía rica, que tiene todos los motivos variada por humana y por humana piadosa, cruel, amarga y juguetona. La alabanza dilatada sobre con ella.

Tuve con Alfonsina el momento de mayor compenetración cuando me hizo el elogio total que debemos a Delmira Agustini. – “Ella – me dijo – es la mayor de nosotras, y no debemos dejar que se la olvide.”.

 —Sí, Alfonsina. —le contesté—. Ella fue y seguirá siendo la mayor.

El feminismo de Alfonsina Storni y Gabriela Mistral 

Para Mistral el amor es algo sagrado y religioso. En su poema “Dios lo quiere” amenaza al hombre, “y le dice al hombre que si él viola su confianza y algo tan divino como el amor, Dios le va a castigar”.

"Dios no quiere que tú tengas sol si conmigo no marchas; 
Dios no quiere que tú bebas si yo no tiemblo en tu agua; 
No consiente que tú duermas sino en mi trenza ahuecada". 

Más que una defensa de la mujer, este poema representa una defensa del amor, de la lealtad, y de lo sagrado; es un poema de una mujer abatida por un hombre.

Mistral, como Storni, en “Tú me quieres blanca,” quería castigar al amante, quien no comparte sus ideales, pero usa el nombre y el poder de Dios. “Dios lo Quiere,” es el poema de Mistral sobre la traición amorosa. (5)

El poeta español Fermín Estrella Gutiérrez, otro escritor que adoptó a la Argentina como patria, describe así a Storni:

"La Alfonsina mujer no era inferior a la Alfonsina escritora. Si no era bonita, uno lo olvidaba a poco de tratarla. Era, a pesar de lo varonil de su talento, extraordinariamente femenina. Tenía el encanto y la gracia de la mujer, cuando esta lo es plena y totalmente. Le gustaba agradar, y era tierna y cariñosa […] Alfonsina era, además, un ser esencial, un ser natural, elemento vivo, y no mero espectador, de la naturaleza, ala que sentía entrar en ella, por todos los poros. Daba gusto verla aspirar una flor o comerse una manzana. Entrecerraba los ojos, y mordía golosamente la fruta recibiendo en todo su cuerpo la frescura deliciosa, que ella absorbía con infantil placer. Ante el paisaje, no hacía frases: lo asimilaba, lo bebía casi con todo su ser". 

Sí. Alfonsina cincelaba su físico desde su interior y lo que salía a relucir ganaba a cualquier tipo de belleza convencional. Sus armas de seducción nada tenían que ver con unos cabellos hermosos o unos labios rojos; sus armas eran su inteligencia, su talento, su temperamento poético. Y esto la hacía extremadamente interesante y, por lo tanto, atractiva… (6)

Pero tantito que sus fustigados machistas le hacían campaña negra, pero otro tanto se lo hacía la propia Alfonsina, cuya ironía burlesca no perdonaba a nadie, bueno ni a ella misma, pues como bien dijo Gabriela Mistral “nació para ello”.

La escritora salvadoreña Tania Pleitez Vela en su ensayo sobre Alfonsina nos dice que Storni “no era amiga de las fotografías”. Se mostraba “insatisfecha con las imágenes de sí misma porque, al parecer, no se reconocía, no se encontraba”.

Alfonsina escribe a dos días de que fenezca el año de 1932, un artículo en la revista El Hogar, ilustrado de varias fotografías suyas, al cual llamó «Soneto a la mujer que aparece en mis retratos», versos que a decir de Pleitez Vela “se refieren a la condición engañosa y cruel de las mismas”. 

Subterránea mujer de mis retratos,
De rostro oscuro y lacia cabellera,
Perdida tengo en ti mi primavera
Que, aunque segunda, reflorece a ratos

¿Por qué conmigo haces tan malos tratos?
¿Por qué me vuelves torpe la manera?
¿Muñón deforme la nariz reidera?
¿Los discretillos ojos garabatos?

Te he dado vida y me odias despiadada
No te pedía que me hicieras hada:
Una mujer común que tiene acento.
Pero al bromuro o sepia te me enconas,
Y, ya fuera de ti, gritas, pregonas,
Contra tu pobre madre a todo viento.

 Y es que esa magia que se produce entre la lente, la persona que es fotografiada y todo el ser de quien toma la gráfica, y que la fotógrafa argentina Alicia Ramirez Barrio define como fotogenia, no le favorece a Storni, porque ella no quiso que ese “instante sublime, que dice Ramírez Barrio, captura lo mejor de alguien y queda plasmado para siempre en una imagen”, reflejara en su físico sus secretos guardados para mejor expresarlos en su poesía.

Parafraseando a la fotógrafa argentina, ese dedo mágico que obtura en el momento preciso y esa química singular, divertida, cómplice que debe generarse para lograr la fotogenia, estuvieron ausentes porque Alfonsina estaba en contra de la pose y arreglo para la fascinación machista. (7)

Ella, dice la Doctora en Psicología, Claudia Edith Méndez, “se burla de las que estudian sus gestos para lucir bonitas y bobas porque es el único modo de conseguir marido”. Así que el reclamo a sus fotos en su soneto es a la vez un reclamo a ella misma, porque no logró expresar en las gráficas su belleza interior, que su poesía si logra captar. (8)

Pero Tania Pleitez nos revela que el primer biógrafo de Alfonsina, Conrado Nalé Roxlo, salió en defensa de su no fotogenia y se solidarizó con la poetisa sumándose al cuestionamiento de sus fotos.

Pleitez comenta que Conrado Nalé opinaba que las fotografías no tenían valor suficiente para hacerse una idea de quién fue Alfonsina Storni porque éstas registraban únicamente el rostro estático de la poeta, «una mala máscara que se ponía para la pose forzando la fluidez de su naturaleza dinámica». 

De hecho, agrega la escritora salvadoreña, Nalé Roxlo realiza una descripción memorable de Alfonsina que nos proporciona una idea más acertada de su físico y de su personalidad de péndulo, en permanente vaivén: Cuando se trata de averiguar cómo era físicamente Alfonsina, es otro tipo de contradicciones que surge de la opinión de quienes la trataron. Unos aseguran rotundamente que era fea; otros afirman con la misma convicción que era linda, y algunos tienen que hacer un gran esfuerzo para recordar su rostro.

"La clave del enigma para nosotros […] es que no era físicamente, sino expresivamente. Su rostro vivía de adentro hacia fuera, y lo que dejaba, más que una imagen, era una impresión […] La movilidad de su rostro era sorprendente: en un instante pasaba del gesto aniñado y la sonrisa tierna y pueril, a la ironía indulgente o a la burla ácida; y desde la tristeza sombría a la alegre despreocupación desatada en altas risas. Durante largos años conservó una cara de muchachita, que de pronto se arrugaba y sumía como si le cayera encima toda la vejez del mundo. Y tal como se marchitaba, volvía a reflorecer en un parpadeo". (9)

Alfonsina Storni no odiaba a los hombres, tampoco les temía 

El cuestionamiento contra el machismo sin tregua de la poesía feminista de Alfonsina, fue tomado como un feminismo radical en contra el hombre y su ironía franca y sincera considerada como un estilo masculino.

El machismo argentino calificó la poesía feminista, agresiva y retadora de Alfonsina como una actitud y talento masculino. Enfrentar al hombre es cuestión de hombres, no de mujeres. ¿Cómo una mujer con actitud femenina osaría enfrentar al hombre? Eso no era posible para el ideario machista, por lo que si una mujer lo hacía como Alfonsina, era porque asumía un rol mascuilino a costa de su feminidad, motivada por su odio a los hombres.

Al respecto, la Doctora en Psicología, Claudia Edith Méndez se pregunta ¿Qué significa odiar a los hombres? En qué poema, libro, artículo, obra de teatro de Alfonsina Storni se basan para semejante afirmación?

La Doctora Méndez busca explicar el por qué la sociedad patriarcal argentina considera a la poesía feminista de Alfonsina un ataque al hombre. ¿Será porque Storni “se opone a los dobles estándar para juzgar la conducta masculina y femenina?”, o “¿A sus protestas por la negación del derecho a votar de las mujeres en el principio del siglo?”.

“¿O acaso tendrá que ver con la presentación de su obra de teatro El amo del mundo donde ridiculiza al hombre que busca la virginidad de la mujer a despecho de todos los otros valores y termina engañado por su propia necedad?”

“Alfonsina Storni no odiaba a los hombres, tampoco les temía. Trabajó con ellos, formó cooperativas, los criticó y los defendió, luchó por una sociedad menos hipócrita y más humana” (10)

El feminismo de Alfonsina no es contra el hombre, es contra la misoginia y por la igualdad de género, pero incluso, el célebre escritor argentino Jorge Luis Borges, mostró una cara discriminatoria y xenofóbica contra Alfonsina, pues en una reseña bibliográfica calificó a sus versos como “chillonerías de comadrita que suele inferirnos La Storni”.

Fue implacable con su crítica:

"La señorita Storni se lamenta de que se motejen de eróticas sus composiciones. Yo las encuentro cursilitas más bien. Son una cosa pueril, desdibujada, amarilleja, conseguida mediante el fácil barajeo de palabras baratamente románticas –flor, ninfa, amor, luna, pasión–, y cuyo accidental erotismo se acendra vergonzante en símbolos espirituales o se diluye en aguachirle retórica". 

"Muy habitual en sus poemas es la repetición de cualquier frase pedestre con la finalidad de enaltecerla. Una de sus más celebradas composiciones termina así: Y me doblo, me doblo bajo el peso / de un beso enorme, de un enorme beso. ¡Como si bastase reiterar una adjetivación provisoria para que ésta asuma un carácter absoluto y definitivo!" (11) 

 Para la escritora Delfina Muschietti, los descalificativos de Borges para con Alfonsina son despectivos por su origen no argentino y de clase popular, y más bien son producto de la disputa de dos grandes de las letras argentinas, la cual describe en su libro Borges y Storni, la vanguardia en disputa. (12)

Jorge Luis Borges en una reseña del libro Telarañas, de Nydia Remarque, se refiere a Alfonsina en términos de “chillonerías de comadrita que suele inferirnos La Storni”. Comadrita es una invención retórica que remite a la serie compadre-compadrito: alude a las mujeres de pueblo, a la “chusma”, a la “conventillera”. Llamarla “La Storni” marca una diferencia de territorio y de clase. Es totalmente despectivo. (13)

O también el Gran Borges no aceptaba que una mujer les disputara el predominio al hombre en las letras, pues en Wikipedia, la enciclopedia libre de internet, leemos que:

"El sexo y las mujeres son dos componentes problemáticos de la ficción de Borges: la ausencia de estos dos elementos, que parece tan casual, realmente destaca la extrañeza de su exclusión. Por ejemplo, las escenas de actos sexuales se hallan casi totalmente ausentes en los escritos borgeanos (el encuentro sexual de Emma Zunz con un marinero anónimo es la excepción más notable) y aun la más velada sugerencia de actividades eróticas se hallan limitadas a unos pocos relatos. Tan escaso como lo anterior en la obra de Borges son los personajes femeninos que tengan un papel central en la narración o que posean una personalidad independiente. En general prima su ausencia o una presencia meramente decorativa. El mundo ficticio creado por Borges es un lugar donde las mujeres, si es que aparecen, parecen existir como objetos secundarios con el propósito de proveer a los hombres de una oportunidad para el sexo. El sexo y las mujeres se utilizan principalmente como piezas de negociación en la relación entre hombres, nunca para la procreación o el placer. El sexo en la ficción de Borges, no es más que una táctica, una estrategia, que otorga significado y dinamismo a la interacción entre hombres.(14)

O acaso era el desencanto de Borges con la poesía de Alfonsina era el producto de su frustración por los amores no correspondidos, Estela Canto, una joven atractiva, inteligente, cultivada y poco convencional, de quien se enamoró Borges pero que no le correspondió, fue la destinataria de una colección de cartas de amor que mostraban hasta qué punto el Gran Borges, que detestaba el sentimentalismo en la literatura, y calificó de cursilerías los poemas de Alfonsina, podía ser profundamente sentimental en la vida.

En su libro de memorias, Estela Canto escribió:

“La actitud de Borges me conmovía. Me gustaba lo que yo era para él, lo que él veía en mí. Sexualmente me era indiferente, ni siquiera me desagradaba. Sus besos torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente. Nunca pretendí sentir lo que no sentía”.(15) 

Y si Borges opinaba que la queja, la denuncia contra la incomprensión y discriminación de la mujer eran Chillonerías de comadrita, imagínense lo que decía el machismo argentino.

Pero Alfonsina de un temple fuerte nunca se amilanó y su poesía feminista, dice la escritora argentina Jazmín Noelia Dora, “buscó cambiar los estereotipos sexuales de su época, trasgrediendo el lenguaje y las costumbres esperadas para una mujer, dejando de lado la imagen de mujer-madre asexual para mostrar a una mujer plena, tan plena como puede serlo un hombre. La síntesis de la poesía y la biografía de Alfonsina Storni dan como resultado la búsqueda y expresión de una mujer que se sabe mujer-madre, mujer- escritora y, además, mujer-sexual”. (16)

Oveja descarriada, dijeron por ahí.
Oveja descarriada. Los hombros encogí.

En verdad descarriada. Que a los bosques salí;
Estrellas de los cielos en los bosques pací
En verdad descarriada. Que el oro que cogí
No me duró en las manos y a cualquiera lo di.

En verdad descarriada, que tuve para mí
El oro de los cielos por cosa baladí.

 Es verdad descarriada, que estoy de paso aquí.

(Alfonsina Storni. Oveja descarriada)

El feminismo por la igualdad de género de Alfonsina Storni 

Pero Alfonsina no sólo cuestiona al machismo por su discriminación y subordinación de la mujer, sino también le reclama la igualdad y la reciprocidad en el amor.

El académico Alberto Acereda destaca la autenticidad de Alfonsina y critica al feminismo radical que toma la vida y obra de Storni como “mito iconográfico de un activismo resentido contra lo masculino”.

La poesía de Alfonsina, dice “ha sido objeto de una sectaria manipulación ideológica llena de silencios y omisiones. De este modo, el radicalismo feminista ha hecho de la Storni un molde manipulado al gusto de su activismo de género, en el que se enarbola la bandera del odio contra el hombre”.

Acereda califica a Storni como la poeta de amor, pero también la reconoce como la mujer valiente que luchó por la igualdad entre hombre y mujer y que tuvo las agallas para censurar el doble estándar por el que se exigía la virginidad femenina y no la masculina.

Alfonsina, agrega, fue una mujer rebelde, buscadora incansable de la necesaria libertad femenina frente a las imposiciones y prejuicios machistas.

En ella, afirma, está el yo de mujer, el sentimiento encarnado de la hembra que aboga por la igualdad con el varón pero que confiesa también, sin escrúpulos, la necesidad del hombre como compañero. (17)

Escrútame los ojos sorpréndeme la boca,
sujeta entre tus manos esta cabeza loca;
dame a beber veneno, el malvado veneno
que moja los labios a pesar de ser bueno.

Pero no me preguntes, no me preguntes nada
de por qué lloré tanto en la noche pasada;
las mujeres lloramos sin saber, porque sí.
Es esto de los llantos pasaje baladí.

Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,
un mar un poco torpe, ligeramente oculto,
que se asoma a los ojos con bastante frecuencia
y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia.

No preguntes amado, lo debes sospechar:
en la noche pasada no estaba quieto el mar.
Nada más. Tempestades que las trae y las lleva
un viento que nos marca cada vez costa nueva.

Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero,
nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.
Luz de cristalería, fruto de carnaval
decorado en escamas de serpientes del mal.

 Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta:
deseamos y gustamos la miel en cada copa
y en el cerebro habemos un poquito de estopa.

Bien. No, no me preguntes. Torpeza de mujer,
capricho, amado mío, capricho debe ser.
Oh, déjame que ría. ¿No ves que tarde hermosa?
Espínate las manos y córtame una rosa.

(Alfonsina Storni. Capricho)

Era Alfonsina una mujer apasionada, pero su pasión no la cegaba del todo;

“yo no soy una erótica, una desenfadada, una especie de esponja de la vida. Apasionada, ¿por qué no? Pero la pasión puede ser clara, espiritual, sin malicia. Soy un alma que gobierna un cuerpo, no un cuerpo que arrastra a tirones a un alma”.

Como ya hemos comentado anteriormente, Alfonsina se manifiesta en contra de la hipocresía masculina, pero también contra la femenina. Reconoce en sus poemas la necesidad de la mujer de ser amada y se lo reclama al hombre, no sin dejar de advertirle que el amor no es eterno.

He buscado y rebuscado motivos para justificarte; uniendo al drama de mi desolación puerilidades casi infantiles; he llegado a creer en algunos momentos tontos que eras aquel príncipe que partió en busca de dichas para la amada, y sorprendido por un sueño de origen maléfico, se durmió en el castillo encantado y espera aún quién lo liberte. Te advierto, sin embargo, que no te amo ya. Dejé de amarte en el mismo momento que te sospeché”. (18)

 Pero si ni a ella se perdona la burla, las mujeres subordinadas no son la excepción. Ella orgullosa reivindica ser madre soltera ante las mujeres producto de la sociedad patriarcal que la juzga:

Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!

Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor...

Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor...
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!

Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.

Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.

 La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.

El hijo y después yo y después... ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.

Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
fFatigada del llano.

 En la vida y obra de Alfonsina Storni se conjugan emoción, sentimiento y reflexión. Su poesía es humanamente erótica, anhelante de amor, llena de vivencias, poesía del yo angustiado que se cierra en triste suicidio. Cuando el 25 de octubre de 1938, Storni se arroja al mar y se quita la vida, entre desengaños y un cáncer de mama, queda atrás una obra literaria donde aparece la mujer, la niña pobre, la madre costurera, la joven obrera en una fábrica de gorras, la cajera de farmacia, la institutriz de niños inadaptados, la madre soltera. Pero queda sobre todo la poeta que como mujer ama, goza, duda y también sufre.

También queda su recuerdo en la playa conocida como La Perla, donde un monumento, obra del escultor Luis Perlotti, evoca a la escritora. Está emplazado muy cerca del mar, aproximadamente frente al sitio donde ella buscó la muerte.

Alfonsina Storni también  fue socialista y mantuvo una relación muy cercana con el autor de cuentos de la selva, Horacio Quiroga, pero esa es otra historia que otro día la comentamos. En esta ocasión nos centramos en ella, su feminismo y su poesía.

Como la recuerda su familia 

Alicia Rinaldi entrevista a Guillermo Storni, su nieto

—Siempre se habló de la difícil infancia de Alfonsina.

—Fue contradictoria. Los Storni llegaron en 1870 de Suiza a invertir en Argentina, sus tíos tuvieron negocios en San Juan. Luego regresan a su país y allá nace, en 1892, Alfonsina. Más tarde vuelven a San Juan, pero en Rosario el papá se separa de los hermanos, se enferma y muere joven. Ahí comienza una desavenencia económica. Como ella decía, supo temprano lo que era ganarse el pan, y eso la marcó. Trabajó desde los 11 años en el bar Storni de Rosario, luego en una fábrica de gorras. Fue una vida de lucha.

 —¿Cómo era Alfonsina, de acuerdo al relato de su padre?

—Tenía un gran amor por la verdad, detestaba la cobardía. En la intimidad, era más bien melancólica, silenciosa y él respetaba esos silencios. No recuerda una mujer frustrada, llorando, jamás levantó la voz o dijo un exabrupto. En los años más difíciles de Alfonsina, mi padre no tenía conciencia, era pequeño. Una cosa linda es que ella escribía con pluma y papá se dormía escuchando ese sonido.

—¿Fue una necesidad para ella la literatura?

—Sin ninguna duda fue una necesidad vital, su modo de comunicarse, de trascender, de transmitir, y fue un escape, porque al comienzo ella trabajaba en una firma comercial en la cual respondía el correo de los clientes, pero su vocación era la literatura.

 —Además recién llegaba a Buenos Aires.

—Ese período fue muy hostil: venía de Rosario, madre soltera, no traía un capital y en una sociedad en la que era muy difícil para las mujeres conseguir trabajo. Ella le ganó a un hombre el puesto para contestar el correo porque escribía bien. 

—¿Fue por celos que Leopoldo Lugones la ignoró siempre?

 —Creo que no. Lugones fue un grande y hay que respetarlo. Pero no iba muy bien la personalidad de Alfonsina con lo que para Lugones era el rol de la mujer en esa sociedad. Pero también hubo otros hombres, como Benito Quinquela Martín, José Ingenieros u Horacio Quiroga, que le dieron un lugar. 

—¿Cómo era su proceso de creación?
—Por la actividad de Alfonsina, que no vivía de la literatura, salvo esas madrugadas escribiendo, no tenía una rutina de escritora. Ella misma dice en el poema "El lápiz" que es como un cañón que lleva en su cartera, muchas de las obras son inspiradas en algún hecho cotidiano, real. A mi padre le dio todos los originales de Mascarilla y trébol (los únicos que guardó), ahí se ven las tachaduras, las correcciones, cuatro o cinco borradores, hasta llegar a la depuración y la producción final.

—¿Hay nuevas lecturas de su obra?

—Por su origen suizo-italiano, hay muchas traducciones al italiano, pero también muchas al inglés, de Estados Unidos o Canadá. Generalmente, son cátedras de literatura en español, muchos trabajos nacen como tesis, casi todos son de mujeres, y después terminan siendo libros porque las publican. A los norteamericanos les encanta el poema "Cuadrados y ángulos", donde ella habla de una ciudad muy gris, esquemática, es uno de los que más piden traducir.

—¿Qué sentido le daba ella a la muerte?

—El tema que más domina la obra de Alfonsina, desde el primer verso al último, es la primavera. Está claro que el de la muerte va in crescendo, como el poema "Epitafio para mi tumba". Pero creo que eso formaba parte de una corriente romántica, en la que la muerte es una liberación, un sueño, con una visión del artista diferente en ese clima romántico, presente por ejemplo en Bécquer. Ella hablaba familiarmente de la muerte, no le temía, pero después empieza una zona de dudas. Para ella la muerte quizás fue un descanso a esa vida tan precoz y dura.

—¿Les gustó a los Storni la canción "Alfonsina y el mar" de Ariel Ramírez y Félix Luna?

—Sí, totalmente, si bien el final de la canción no coincide con el de la poesía. Cuando estaba yo en la secundaria, escuché en casa una música casi celestial. Era una zamba que Ariel Ramírez le estaba mostrando a mi padre. Se juntaron además la letra de Félix Luna, que creo toma perfectamente el espíritu de Alfonsina y su poesía, y la voz de Mercedes Sosa. Llegar a Venezuela, Miami o España y escuchar esa canción, como me ha pasado, me eriza la piel.

Referencias:

1.- Alfonsina Storni. Entre un par de maletas a medio abrir y las mancillas del reloj. Suplemento dominical de "El Día" Nº 303 - Montevideo, 30 de octubre de 1938 (http://turismoculturalenuruguay.blogspot.mx/2009/04/entre-un-par-de-maletas-medio-abrir-y.html [Mayo: 2016]) 

2.-Tania Pleitez Vela. Alfonsina Storni. Mi casa es el mar. Espasa-Calpe, 2003. (https://www.academia.edu/330520/Alfonsina_Storni [Mayo: 2016])

3.- Alfonsina Storni, Alfonsina y el mar. Blog poema 1000. 2009 (http://poema1000.blogspot.mx/2009/04/alfonsina-stornialfonsina-y-el-mar.html [Mayo:2016])

4.- Biografía de Alfonsina Storni. Los Poetas. (http://www.los-poetas.com/j/bioastorni.htm [Mayo:2016])

5.- Jenny Robb. Identidad y feminismo en Gabriela Mistral: una mujer que lo fue todo. 2011 PP. 24-25.). (https://dspace.sewanee.edu/bitstream/handle/11005/351/RobbIdentidadyfeminismo2011.pdf?sequence=1 [Mayo:2016])

6.- (Tania Pleitez Vela. Op. Cit. p.8)

7.- Alicia Ramírez Barrio ¿Qué es la fotogenia? http://www.mujerreal.com.ar/2010/index.php?option=com_k2&view=item&id=145:%C2%BFqu%C3%A9-es-la-fotogenia?

8.- Alfonsina Storni: análisis y contextualización del estilo impresionista en sus crónicas. Claudia Edith Mendez. Disertación presentada a la Facultad de la Escuela de Graduados de la Universidad de Maryland en College Park para obtener el grado de Doctora en Filosofía: 2004. p. 98 (http://drum.lib.umd.edu/bitstream/handle/1903/1706/umi-umd-1659.pdf?sequence=1 [Mayo:2016])

9 .- Tania Pleitez Vela. Op. Cit. p.2.

10.- Claudia Edith Méndez. Op. Cit. p.131.

11.- JORGE LUIS BORGES, Textos recobrados 1919-1929, Emecé Editores, Barcelona, 2002, pág. 137)

12.- Delfina Muschietti. Borges y Storni, la vanguardia en disputa. (https://www.borges.pitt.edu/sites/default/files/Muschietti%20r.pdf [Mayo:2016])

13.- Chillonerías de comadrita. Y que los platos los lave otro. Notas feministas. (https://yquelosplatosloslaveotro.wordpress.com/chillonerias-de-comadrita/ [Mayo:2016])

14.- Jorge Luis Borges. Las mujeres y el sexo en la vida y en la obra de Borges. Wikipedia, la enciclopedia libre en internet. (https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Luis_Borges [Mayo:2016])

15.- Estela Canto. Wikipedia, la enciclopedia libre de Internet (https://es.wikipedia.org/wiki/Estela_Canto [Mayo:2016])

16.- Jazmín Noelia Dora. Alfonsina Storni y la sexualidad femenina a inicios del siglo XX. Ensayo. Revista Cultural Mito No. 33. Octubre: 2014. http://revistamito.com/alfonsina-storni-y-la-sexualidad-femenina-inicios-del-siglo-xx/ [Mayo:2016]).

17.- Alberto Acereda. La autenticidad de Alfonsina Storni (http://www.libertaddigital.com/opinion/libros/la-autenticidad-de-alfonsina-storni-1276229812.html [Mayo:2016]).

18.- Claudia Edith Mendez. Op. Cit. p.202

19.- Alicia Rinaldi. Escribir fue un escape para Alfonsina Storni. Entrevista a Guillermo. Diario El Mercurio. (http://diario.elmercurio.com/detalle/index.asp?id={6658a181-9354-43a3-92fe-66af2efa5869} [Mayo: 2016])

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